martes, 5 de noviembre de 2013

¿Quién soy y qué hago aquí?

Puede que exagere, y puede que todo lo que diga o piense no tenga sentido, pero es así como me siento yo. Confusa. Nada tiene sentido ya en mi torturada mente.

No hago más que pensar y pensar intentando averiguar lo que yo quiero, y me asombro al descubrir que, últimamente no quiero nada. Al despertarme esas mañanas para ir a clase, solo quiero quedarme en la cama durante todo el día. "Meh, eso no tiene nada de extraño" diréis. Puede que no, pero eso es lo que quiero hacer todos los días de todas las semanas de todos los meses del año. Admito que al fin y al cabo, siempre acabo saliendo para ver a mis amigas, pero al llegar a casa, me arrepiento de haberlo hecho.
No es que odie a mis chicas, no, yo las quiero.
Pero, ¿quién me quiere a mí? ¿Acaso importaría a algunos que desapareciera durante semanas? No lo creo. Ya lo hice durante un año, y a pocas personas les importó.
Últimamente tengo la sensación de que dentro de algún tiempo, todos a los que quiero se habrán alejado, y yo me quedaré sola. Todos tienen a alguien a quien contar sus penas, o sus alegrías, y ese alguien resulta que no soy yo. Nunca soy yo. Sí, soy la chica que siempre dice o hace tonterías para hacer reir a la gente, pero nunca nadie de preferencia. O al menos, ya no.
Ese miedo a quedarme en el olvido es constante y no hace más que consumirme por dentro.

viernes, 5 de julio de 2013

Un año lleva para mucho

Hoy hace un mes que me despedí de las personas que fueron como una familia para mí por un año, de todos los amigos que hice durante esa estancia en Irlanda, y de gente que fueron algo más que amigos por ese año.

Me despedí para reencontrarme con mi familia, la de verdad, mis amigos y amigas y para volver a la ciudad donde nací y crecí. Hoy hace un mes que lloré porque no me quería ir y lloré porque era feliz por volver. Estaba hecha de sentimientos y emociones contradictorios. Al volver, no sabía qué hacer, no sabía cómo sentirme. Echaba de menos a mis amigas y amigos que hice en Irlanda, muchísimo. Al despertar en la ciudad, lo primero que oía era el ruido de los coches desplazándose sobre la carretera, y el ruido que hacían los trabajadores de la siguiente calle al estar en huelga. Odié esa manera de despertar los primeros días, no tenía nada que ver con despertarse con la luz mañanera que atravesaba las cortinas de mi habitación a las siete de la mañana, abrir los ojos y no oír nada alrededor tuyo.

Cada vez lo tenía más claro, quería a mi familia y a mis amigos, pero, no estaba hecha para vivir en esa ciudad mucho más tiempo, aunque fuera una de las ciudades más bonitas de Europa. Después de ese año en un instituto diferente, con gente diferente, y con cultura diferente, todo lo que veía en mi día a día me parecía demasiado... Normal.

Había gente que se dio cuenta de que mi humor no era el mismo del que solía ser, y me preguntaban por qué me pasaba eso, pero yo no sabía qué responder, porque había muchas cosas que me pasaban por la cabeza, y no sabía el porqué.

Y aun cuando ya han pasado tres semanas desde eso, sigo pensando que ya nada es lo mismo desde que me fui, y no sé si eso es bueno, o malo.